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U.M.S.N.H. Año 14/ Septiembre - Octubre / No. 83
hombre que
quiso volar de-
masiado alto,
se convierte
aquí en
metáfora del
deseo reprimi-
do: ese impul-
so vital que la
ciencia intenta
extirpar para
domesticar la
pasión huma-
na.
La pro-
vocación de
Starobinets
es clara: ¿Qué
sucede si elimi-
namos lo que
nos impulsa, lo
que nos hace
actuar, desear,
incluso equivocarnos? ¿Podría la felicidad fabricada En todos los casos, lo monstruoso no provie-
reemplazar la plenitud auténtica? ¿Seríamos más ne de la ciencia misma, sino del uso que hacemos
humanos o menos? Imaginemos una píldora que de ella, de la facilidad con que la humanidad la pone
borra la depresión y la ansiedad, que nos hace res- a su servicio sin detenerse a pensar en las conse-
ponder mejor al estrés cotidiano, pero que también cuencias éticas o existenciales.
elimina la empatía o la capacidad de sospecha. La La glándula de Ícaro es, sin exagerar, una lec-
historia se vuelve entonces una advertencia: una tura urgente e indispensable. Nos confronta con la
felicidad programada puede convertirnos en presas pregunta esencial: ¿Qué queda de nosotros cuando
perfectas, incapaces de reconocer el peligro. todo lo que nos define —la memoria, el deseo, el
Cada relato de La glándula de Ícaro amplía ese dolor, el error— puede ser programado, editado o
laboratorio de mutaciones. En uno, la obsesión eliminado?
por la inmortalidad digital transforma a los vivos en Starobinets no ofrece consuelo, pero sí luci-
réplicas controladas por algoritmos. En otro, los sis- dez. En un tiempo en que los límites de lo humano
temas de seguridad domésticos adquieren volun- se diluyen entre la biología y el código, su literatura
tad propia, borrando la frontera entre protección actúa como espejo y advertencia.
y encierro. Hay historias de niños clonados, de fa- Leer este libro es mirarse en el reflejo del fu-
milias tecnológicamente perfectas, de sociedades turo: un futuro posible, inquietante y terriblemente
que vigilan incluso el pensamiento. Todas atravie- cercano.
san una ironía gélida, un humor negro que mezcla
el espíritu de Gógol con la paranoia de Philip K. Dick
y el vértigo psicológico de Stephen King.
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