La conectividad del paisaje y su importancia para la biodiversidad

Escrito por Yessica Rico Mancebo del Castillo

Es incuestionable que los humanos hemos transformado a la naturaleza desde hace siglos. Sin embargo, desde la segunda mitad del siglo XIII con el inicio de la revolución industrial, el impacto ambiental de nuestras actividades productivas ha sido más rápido. En nuestro país, la explotación maderera y el cambio de uso de suelo han conducido a la reducción creciente de la cobertura de bosques, matorrales y selvas tropicales húmeda y seca. Estos cambios sobre los ecosistemas, rompen la continuidad original del hábitat en fragmentos o parches cada vez más pequeños y aislados, rodeados por un mosaico de áreas compuestas de campos agrícolas, potreros, zonas urbanas, vías de transporte, tendidos eléctricos y de telecomunicaciones, entre otros. 

Los efectos del deterioro del hábitat

La pérdida y fragmentación del hábitat son las amenazas más negativas sobre la biodiversidad que enfrentamos en la actualidad, ya que afectan procesos biológicos fundamentales para la persistencia de un gran número de especies. Por ejemplo, para la fauna silvestre, el desplazamiento en búsqueda de alimento, refugio, o pareja reproductiva se ven limitados por el creciente aislamiento entre parches de hábitat remanentes en el paisaje. Igualmente para las plantas que son organismos sésiles, es decir, que crecen enraizadas a un sustrato y que no se desplazan como lo hacen los animales, la dispersión de semillas y el flujo de polen se ven afectados por el incremento en el grado de aislamiento entre sus poblaciones, limitando la colonización de nuevos hábitats y la fecundación para la producción de semillas viables.

Por otra parte, fragmentos de hábitat cada vez más pequeños no son aptos para sustentar una población viable, es decir, que tenga una alta probabilidad de subsistir por un periodo largo de tiempo, a pesar de los efectos impredecibles de los cambios ambientales. Las consecuencias de la pérdida y fragmentación del hábitat sobre las poblaciones silvestres pueden ser visibles inmediatamente después del disturbio, o pueden pasar décadas para que los efectos negativos se manifiesten. Lo anterior tiene relación con la historia natural de los organismos, ya que especies con distribución restringida y con poca capacidad de dispersión, son más vulnerables a sufrir los efectos inmediatos en comparación con especies con una amplia distribución y con grandes tamaños poblacionales.

Hablemos de conectividad del paisaje

El concepto de conectividad del paisaje se refiere al grado con el cual los elementos del paisaje facilitan o restringen el desplazamiento de las especies entre parches de hábitat. Para entender la conectividad del paisaje es preciso mencionar dos de sus componentes: la conectividad estructural y funcional.

La conectividad estructural describe la variedad y arreglo espacial de los elementos físicos del paisaje, como el tipo de cobertura vegetal y la distribución espacial de carreteras.

La conectividad funcional se refiere al comportamiento que presentan los individuos en respuesta a los elementos del paisaje, ya sea que éstos faciliten o restrinjan el movimiento y el flujo de genes (dispersión que conlleva a la reproducción) entre parches de hábitat.

La distinción entre ambos tipos de conectividad es la clave para aproximarse a entender cómo las especies se interrelacionan con el paisaje. Por ejemplo, podríamos analizar la conectividad estructural de la región de la meseta Purépecha en Michoacán, al cuantificar el área y número de parches que ocupan los bosques de coníferas, matorrales, campos de cultivo y de huertas de aguacate, y la extensión de los asentamientos humanos y vías de comunicación. Sin embargo, si nuestro interés no sólo es conocer la estructura del paisaje, sino entender la conectividad funcional de un ave o un roedor tendríamos que hacernos planteamientos distintos.

Para un ave que se restringe a zonas conservadas de bosque de coníferas, podríamos sospechar que la presencia de campos de cultivo puede ser un elemento que restringa o impida el desplazamiento a través de ellos, mientras que para un roedor, los campos de cultivo pueden representar sitios atrayentes para alimentación, además de ayudar a su dispersión.

Conservación de la biodiversidad a través de la conectividad del paisaje

Cuando los científicos hablan de restaurar o incrementar la conectividad del hábitat en un paisaje fragmentado, suponen que dicha medida facilitará y salvaguardará la dispersión y el flujo de genes, y a largo plazo la estabilidad de los ecosistemas. Pero, sí la conectividad funcional es un atributo que varía de especie en especie ¿Cómo podríamos plantear una estrategia que se enfoque a restaurar la conectividad del paisaje para múltiples especies? Este es un cuestionamiento esencial, pero que no tiene respuestas únicas. Una estrategia que se ha planteado en nuestro país, es la creación de corredores biológicos que conecten dos o más regiones, de preferencia áreas naturales protegidas, a través de áreas adyacentes de vegetación secundaria, o productiva bajo uso humano no intensivo.

Para diseñar corredores biológicos, generalmente se utilizan “especies sombrilla”, que se caracterizan por poseer una gran extensión de territorio para satisfacer sus necesidades biológicas y que por lo tanto contemplan la conservación indirecta de otras especies asociadas a su hábitat. El jaguar es una especie de este tipo, y que se ha utilizado para diseñar corredores en los ecosistemas tropicales del sur del país, debido a su amplia capacidad de dispersión, ya que comparte hábitat con muchas otras especies.

Otro enfoque es estudiar especies representativas de distintos grupos taxonómicos (aves, mamíferos, anfibios) con el propósito de comparar la conectividad funcional de cada una de ellas para encontrar patrones en común de conectividad en el paisaje que funcionen para una gran cantidad de especies similares. Dado que los cambios naturales y humanos sobre el paisaje son constantes, entender los procesos de conectividad en las especies puede ser bastante complejo. A pesar de los retos que esto implica, debido a que contamos con computadoras más potentes, imágenes de satélite más detalladas, mayor disponibilidad de datos geográficos y mejores herramientas para estudiar la distribución y la dispersión de las especies, las metodologías se han ido refinando no sólo para incorporar los efectos de la pérdida y fragmentación del hábitat, sino además los efectos del cambio climático global. El estudio de la conectividad del paisaje requiere de múltiples enfoques disciplinarios y es uno de los temas de creciente interés para la conservación de la biodiversidad.   

Saber más

Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO). Tema: Corredor Biológico Mesoamericano México (CBMM).

http://www.biodiversidad.gob.mx/corredor/cbmm/conectividad.html 

Quintana, P. 2014. Fragmentación del Ecosistema, un problema ecológico, político y social. Universidad Veracruzana.

https://www.uv.mx/cienciauv/blog/fragmentacion/ 

Troll, C. 2010. Ecología del paisaje. Investigación ambiental 2(1): 94-105.

http://www.publicaciones.inecc.gob.mx/gacetas/634/ecologia.pdf 

Seminario en línea: La conectividad del paisaje e identificación de áreas importantes para su conservación. CONABIO y Laboratorio de Análisis Espaciales del Instituto de Biología. https://www.youtube.com/watch?v=kBAXD9QNiYc 

Yessica Rico Mancebo del Castillo es Investigadora Cátedra-CONACYT en el Instituto de Ecología, A.C. Centro Regional del Bajío, México.