MTRO. XAVIER MADRIGAL SÁNCHEZ

Escrito por Roberto Carlos Martínez Trujillo y Fernando Covián Mendoza

Xavier Madrigal Sánchez, nació en Tumbiscatío, Michoacán, realizó sus estudios de Licenciatura en Biología en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, del Instituto Politécnico Nacional y de Maestría en Ciencias en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Su quehacer científico lo ha dedicado al campo de la Botánica, convirtiéndose en un incansable observador y explorador de la diversidad vegetal del campo, a quienes ha dedicado la mayor parte de su vida. El empeño en su trabajo lo llevó al descubrimiento de una especie de “zapote prieto”, Diospyros xolocotzii, la cual afectuosamente dedicó al Dr. Efraín Hernández Xolocotzi, descubrió también una especie de pino que denominó Pinus rzedowkii, en honor al Dr. Jerzy Rzedowski Rotter.

Ha dedicado 30 años a la docencia e investigación en la Facultad de Biología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH). Su desempeño laboral y excelencia académica lo han hecho merecedor de varias distinciones, entre las que destacan: el Premio a la Mejor Tesis de Botánica a Nivel Licenciatura, otorgado por la Sociedad Botánica de México en 1966. Asimismo varias generaciones de agrónomos y biólogos de las facultades de Agrobiología y Biología de la UMSNH, respectivamente, han llevado orgullosamente su nombre, como muestra de admiración y agradecimiento, por el empeño y dedicación mostrados al momento de compartir sus amplios conocimientos académicos con las generaciones actuales de jóvenes.

¿Cuáles fueron los motivos por los que se decidió a estudiar biología y qué lo llevó a inclinarse por el estudio de la botánica?

La inquietud ha sido innata en mí. Crecí hasta cierta edad de la niñez en un medio rural, donde familiarizado con los agricultores, siempre traté de imitarlos sembrando yo mismo maíz, mis frijolitos y aprendí el nombre de los árboles que me decían las personas grandes. De las actividades de los campesinos, las plantas en especial me llamaron la atención.Esta inquietud se reafirmó en secundaria cuando llevé el curso de biología y más en preparatoria, por eso cuando la terminé (aquí, en el Colegio de San Nicolás), me fui a México con otros compañeros para saber que más había y enterarnos si podíamos conseguir una beca. Allá supe de la carrera de biólogo en el Instituto Politécnico Nacional.

Cuando terminé la carrera seguía gustándome todo lo de la biología, pero sentí que me iba a gustar más dedicarme a la zoología y busqué trabajo en ello, pero no encontré. Entonces, supe que iban a contratar personal en el recién creado Instituto Nacional de Investigaciones Forestales. Me aceptaron y fui asignado a la sección de botánica a cargo del profesor Matuda, conocido botánico de origen japonés pero de padres mexicanos, quien se entusiasmaba por las salidas al campo, y yo también. Así, me fui adentrando cada vez más en el trabajo botánico, en apoyar a otros departamentos y en las colectas que hacíamos para ir incrementando un pequeño herbario. Aquello me gustó mucho y no hice más intento de cambiar mi rama de especialidad.

Hay quien afirma, en estos tiempos de muy alta especialización, que faltan botánicos (lo mismo se dice de zoólogos). ¿Hay una especie de crisis de la botánica?

¿Crisis? Realmente no podría ubicarla en este tiempo. Desde luego desearíamos que fuera mejor, pero las universidades públicas reciben poco apoyo, en los últimos 30 años el gobierno no les ha prestado mucha atención presupuestaria.

Pero, en la historia de México, las culturas autóctonas tuvieron un gran desarrollo en el conocimiento botánico y biológico en general. Algunas han conservado este conocimiento, afortunadamente (Por cierto, es una cuestión pendiente: estudiar más cómo fueron y cómo son las culturas autóctonas).

Diríamos que en la época prehispánica la botánica fue muy desarrollada pero sobrevino un declive completo con la conquista. Después de la caída de Tenochtitlán hubo una pausa de 400 años o más en que prácticamente no se hacía botánica. Hubo trabajos muy esporádicos durante las exploraciones del imperio español, pero no había instituciones ni personal que se dedicara a la botánica y diera a saber sus conocimientos.

Fue hasta el siglo XVIII o a principios del XIX, que empezaron personas no preparadas especialmente y hubo unos cinco autodidactas que publicaron algo sobre la flora mexicana. Luego, contribuyeron otras personas con muchos conocimientos generales que dedicaban parte de su tiempo a la botánica. Después vino otra generación, de botánicos extranjeros que se dedicaron a estudiar la botánica mexicana y de algunos mexicanos que aprendieron de manera informal el oficio de los botánicos.

Se da una consolidación, cuando por una parte fue fundada en 1941 la Sociedad Botánica de México y luego en 1960 hubo el Primer Congreso Mexicano de Botánica. Entre los 60s y 70s, el interés principal se enfocó más al estudio de la vegetación, es decir a los grandes grupos vegetales distribuidos en el país, en lo que el doctor Faustino Mirado, emigrado español, y el doctor Rzedowski fueron de los connotados botánicos de ese periodo.

Así es que después de aquel congreso empezó a diversificarse el estudio de la botánica, ya no solo sobre las comunidades vegetales y de especies como la flora, y aparecieron otras disciplinas. Esto se reflejaba en los congresos botánicos con presentaciones de trabajos de fisiología, de etnobotánica, de historia de la botánica, de ecología (que también empezaba) y rara vez de genética, no muy desarrollada entonces.

Ahora tenemos ya muchos especialistas (aunque no tantos como se necesitan) en algunas disciplinas o sobre algún grupo de plantas. Hay ahora sociedades hermanas de la original Sociedad Mexicana de Botánica, como la Sociedad Mexicana de Cactología y las de Ficología y de Micología que antes todas se agrupaban en la Sociedad Mexicana de Botánica. Hay una diversificación muy grande últimamente con los ácidos nucleicos y con la biología molecular (un avance muy reciente).

Así se han venido cubriendo varias etapas, pero la más oscura de todas fue durante el periodo colonial, diríamos que con algunas excepciones. Y ahorita tenemos toda esa diversificación, pero no hay suficientes recursos y se ha quedado pendiente un gran capítulo (que en teoría debería haberse cubierto antes): la realización del inventario de la flora mexicana. Estamos todavía muy rezagados con el estudio de la flora de México, incluyendo la de Michoacán.

En su carrera como científico ¿cuáles han sido las mayores satisfacciones con la que se ha encontrado?

Me ha estimulado siempre la manera amistosa, cordial del trato de mis egresados, con mucho afecto y respeto, ya sea en lo personal o cuando han estado en grupos profesionales. Eso lo agradezco mucho y es motivo de satisfacción muy grande haberlos visto cuando no se sabía cómo iban a ser en su vida futura y luego verlos constituidos como profesionales. Se comprende más entonces la labor que uno puede hacer como profesor. Lo otro, es que me han hecho algunos reconocimientos, yo nunca he trabajado para ello, pero me han llegado y de personas que creen que lo que yo he hecho ha sido de algún valor.

Sabemos que usted ha descubierto dos especies de plantas ¿Cómo es el trabajo de investigación que realiza para poder identificar a una nueva especie?

Se tiene que saber en un primer intento si es una especie que se conozca o no en la ciencia. Se trata de identificarla mediante la bibliografía generalmente disponible. Si no coinciden las características de la especie con las claves o las descripciones que hay en los libros, eso despierta una inquietud: la publicación consultada es incompleta o nadie se había fijado antes en esa planta. Entonces se tiene que recurrir en lo posible a especialistas específicos.

Una opinión de un especialista siempre es conveniente. Si éste también considera que es una planta muy rara o bien puede ser una planta nueva, desconocida, entonces ya se avoca el colector o el posible recolector de la especie a revisar más exhaustivamente todo lo que se haya publicado sobre el género y las especies afines. También se hacen consultas en los herbarios del caso, donde hay facilidades para intercambiar el material que se solicita bajo ciertos requisitos y lo pueden prestar o envían muestras. Así, corroborando prácticamente lo que hay escrito y con la consulta en los herbarios, es como se puede concluir si se trata de una especie ya conocida, o desconocida para la ciencia.

Después hay que recurrir al Código Internacional de Nomenclatura Botánica, cumplir los requisitos para hacer la publicación impresa del descubrimiento y recolectar ejemplares de la nueva especie para ser distribuidos en los herbarios (en los más que se pueda) de forma que estén disponibles para otras personas…

¿Cuál es la importancia que se debe dar a un jardín botánico?

Tienen una importancia esencial, por varios motivos: Son áreas en donde se distribuyen, se arreglan las plantas o los grupos de especies vegetales. Puede haber aquellos donde solo haya especies aisladas o los que muestren alguna réplica aproximada de una vegetación, con varias especies juntas, tanto árboles como arbustos, puede ser alguna imitación de la naturaleza, aunque generalmente lo son por especies aisladas. En los jardines botánicos, en áreas relativamente pequeñas las personas interesadas pueden tener una idea más o menos amplia de cómo son las plantas y con qué propósito están ahí.

Los objetivos de un jardín botánico son tener una representación de las especies o de la vegetación; puede tratarse de especies nativas o de introducidas o exóticas de otras partes, no únicamente de la localidad donde se ubica ese jardín, además ahí entrarían plantas que sean de interés medicinal, forestal, forrajero… En fin, parte central es que debe haber un objetivo, y cubrirse ese objetivo.

Ahora hay algo que anteriormente no era considerado: hay especies en riesgo de desaparecer (son alrededor de mil). Así, los jardines botánicos tienen ya otra función -que están cubriendo: mostrar algunas representaciones de esas especies en riesgo de desaparecer. Además, disponer de tejidos de plantas, semillas, o estacas o algún otro método de conservación, para el caso de ocurrir que una planta ya no exista o esté desapareciendo en su medio natural.

Otra función importante es la investigación sobre todas las ramas de la botánica: fisiología, genética, reproducción, etcétera. También, casi todos los herbarios realizan divulgación científica; organizan e invitan al público a eventos sobre diversos temas botánicos, inclusive a veces con apoyos o complementos: actividades artísticas o culturales, exposiciones y talleres de pintura o conciertos musicales… Y otra función esencial es el esparcimiento, como lo puede ser la contemplación, para los visitantes de un jardín botánico.

¿Su trabajo en el Herbario EBUM de la Facultad de Biología de la Universidad Michoacana, que frutos rindió?

Nuestro herbario ha cumplido en una buena parte. La condición para la mayoría de los herbarios, es la de mostrar una representación de la vegetación de su localidad, no importa sea ésta pequeña o muy grande. En nuestro caso, es reunir una muestra botánica de las especies que hay en el estado de Michoacán y los estados circunvecinos, pensando que la distribución de las especies no se circunscribe a límites políticos.

Tenemos un avance del 50 por ciento. Contamos en la colecta del herbario con el registro de alrededor de 3 mil especies, con 15 mil ejemplares (que representan esas 3 mil especies) pero se estima que en Michoacán hay más o menos 6 mil especies. Esto hablando solo de la vegetación silvestre.

Los jardines herbarios dependen mucho de los trabajos de investigación que realizan y que sirven para su consulta por las diferentes especialidades. También se da la colaboración con otras instituciones, al igual que dan servicio para la identificación de los materiales que trabajan diferentes investigadores aquí y fuera. El nuestro ha participado en eventos de divulgación, como el Tianguis de la Ciencia, ya tradicional aquí. Pero lo fundamental es reunir una muestra de la vegetación. Y en otra escala están las aportaciones que escribí, una en compañía del doctor Rzedowski y otra de un ingeniero muy conocido en su campo, sobre dos especies que no se conocían antes, una que es un pino y otra un zapote.

¿De sus 30 años de trabajo en el herbario, cuáles son los aportes para la botánica?

Fue importante establecer el herbario, pero no cumplía las normas para ser una colección científica. Los materiales se encontraban en condiciones no muy aceptables en cuanto a la debida representación de hojas y ramas, que debe contener información mínima bastante clara y completa, como lugar donde se encontraron, fecha, altitud, condiciones ecológicas y otros datos como el de la época de la floración.

Lo habían iniciado algunos profesores y estudiantes de la facultad. Se habían organizado y colectaban pero mucho material no estaba bien identificado. Entonces lo que hice inicialmente fue tratar de seguir las reglas que dicta un herbario para que sea valiosa esa colección. Y otra fue que había un programa de la Facultad de Biología para el estudio de los recursos naturales del estado de Michoacán. Eso estaba bien como un enunciado de a que se iba a dedicar la institución, pero no había proyectos diseñados especialmente para la sección de botánica.

Así, aparte de la creación del herbario, pues era necesario que hubiera proyectos particulares y que en base a esos proyectos elaborados se pudiera gestionar alguna aportación económica, pues sin sustento económico no se podía trabajar y antes no había habido eso tampoco.

¿Qué hace falta para que los estudios de la diversidad y la conservación de plantas mejoren en nuestro país?

Hay una mínima infraestructura humana y material ya consolidada en todas la universidades públicas, por lo menos, no conozco en qué condiciones están las privadas. Lo que hace falta es apoyos económicos de manera equilibrada, ya que ahora son muchas las disciplinas y todas son importantes. Apoyarlas para que finalmente ello concurra para un conocimiento más completo de la vegetación y de la especies de la flora.

En nuestro caso, se ha avanzado. Anteriormente éramos menos personal y resultaba muy absorbente para nosotros la parte dedicada a la enseñanza y no así a la investigación. Si en aquel momento hubiéramos tenido recursos para la investigación, tampoco probablemente la hubiéramos podido hacer, porque era abrumador el trabajo de la enseñanza. Ahora estamos en condición más diversificada, por lo menos ya hay una persona en cada uno de los  cuatro grupos de plantas, uno que estudia los helechos, otro los musgos, otro los hongos, los líquenes y las plantas con flores (las angiospermas) y las coníferas. Hay ya un soporte de infraestructura humana y de laboratorio, también mejor que antes.

A los jóvenes estudiantes, ¿de qué manera les ha inspirado el estudio y gusto de la botánica?

Como profesor, yo fui autodidacta durante mucho tiempo. Después, tomaba los cursos y seminarios que se podía sobre cuestiones pedagógicas y didácticas. Y mi idea siempre fue -cuando aún no era  maestro formal-, despertarles el interés a las personas jóvenes que me acompañaban en algunas salidas al campo. Y lo mismo, cuando mi relación fue ya formal con la Universidad Michoacana y la Facultad de Biología en particular, pensé: Lo primero es despertarles el interés ¿Cómo lograrlo? pues yo lo intenté y lo sigo intentando, siempre en el caso concreto de la botánica.

Me dije: Infórmales y dales prácticas de campo apoyado con el laboratorio, para identificar las especies, cuál es la estructura y función de un ecosistema y cómo está dentro ubicada la botánica. Decirles  cuáles son los servicios que se derivan de los ecosistemas, o de la parte botánica en particular: Unos son servicios para el bienestar humano, digamos la fotosíntesis, el oxígeno. Les diré de la belleza, de asumir una actitud de reposo, de tranquilidad ante la presencia de plantas.

También les hablaré de cómo esos ecosistemas tienen una función biológica importantísima. Les diré del subsistema de la vegetación, del aprovechamiento de especies vegetales y en esto del caso de México, que figura entre los primeros países con riqueza de vegetación y de especies, las que nos pueden proveer una infinidad de productos y de recursos, que están muchos de ellos olvidados, no han sido atendidos o son desconocidos.

Les informaré de las culturas autóctonas, que tienen una experiencia muy grande, de cómo han estado manejando los recursos naturales, de qué han sobrevivido durante años en condiciones adversas y de que dependen mucho directamente de las plantas. Les informaré…

¿Cuáles han sido los obstáculos en su carrera como científico y cómo los enfrentó?

En mi caso ha sido una actitud, como muchas personas lo han hecho. Recuerdo, por ejemplo, al profesor Maximino Martínez, quien para mí es una persona excepcional en muchos aspectos. Él era profesor rural y -que yo sepa-, nunca tuvo una percepción o cantidad destinada a investigar, él lo hizo en forma autodidacta, con lo que había aprendido en la escuela normal rural, que debe haber sido muy poco lo que le enseñaron en cuestiones botánicas, sin embargo resultó un botánico distinguido. Creo que fue por su actitud, como yo lo hice, de pensar siempre que en las peores condiciones, si se tiene la idea clara de lo que se quiere, siempre se puede hacer algo.

Tuve la experiencia de cuando hice mi tesis de licenciatura. Yo pensé en un proyecto enorme, pero en el transcurso para realizarlo me di cuenta que era imposible. Lo mismo sigo pensando en la vida profesional de investigador, que me gustaría hacer muchas cosas, proyectos muy grandotes, quizás trascendentes, pero la realidad me está diciendo que eso no lo podría hacer. Pero de lo que sí estoy seguro es de que, me den o no me den recursos, yo lo podría hacer en un grado pequeño.

¿En la Universidad Michoacana, considera que se está haciendo lo propio para el estudio de la biodiversidad y la conservación de especies?

Considero que sí. Pero creo también que nos hacen falta otras disciplinas. He mencionado el gran conocimiento que existe en las culturas autóctonas. En Michoacán se acepta que hay cuatro o cinco etnias: la purépecha, la mazahua, otomí, nahua y matlazinca, y todavía desconocemos mucho de su historia, de su cultura y sabiduría. Así, pienso que la de etnobotánico sería una de esas especialidades. Otro ejemplo es el de los fisiólogos vegetales, que no los hay o se dedican más que nada a la enseñanza. En fin…

Volviendo a su pregunta, considero que con el personal y la infraestructura que aquí tenemos, sí se está avanzando. En el herbario teníamos solo las colecciones de plantas con flores y de coníferas, ahora contamos ya con gente de otras especialidades. Si hubiera más recursos, interesaría incorporar personal de más especialidades, así como apoyar más a los proyectos de estudios florísticos.

En el gobierno federal hay políticas que apoyan proyectos que resulten en un producto comercializable. Para esto, el estudio de las colecciones científicas es fundamental para empezar a tener otros conocimientos, como lo ha demostrado la historia de la biología. En botánica, hay que saber qué especies tenemos, en dónde están, cómo están y qué se podría hacer con ellas. Ahí entran la fisiología, la genética y demás especialidades.

¿Qué es lo que hace en sus tiempos libres y qué le apasiona además de la biología?

Me han gustado muchas cosas, podría enumerar cinco profesiones, pero por lo que he vivido de la biología, me sigue gustando, al grado que nunca dejaré de hacer algo en este campo, como ahora como jubilado lo hago.

Me gusta la lectura, particularmente la historia. Esto porque es una de mis concepciones que todos los profesionales deberían de tener una formación mínima en biología y en historia, porque quien no conoce sus antecedentes como sociedad tampoco puede saber qué es lo que pueda pasar en el futuro. La biología, la historia y la filosofía determinan como va a comportarse la persona en la sociedad.

También me gustan los eventos culturales y particularmente todo lo que se refiere con las culturas indígenas, que pienso es un tesoro en cada grupo étnico del país. Me gustan también los deportes, la música, el teatro. Y como jubilado y con nueva familia, tenemos tres nietos, disfruto  las reuniones familiares y de algunas amistades en grupos pequeños.

¿Desea agregar algo más?

Agradezco los reconocimientos de mis alumnos, la medalla al Mérito Botánico en la Sociedad Mexicana de Botánica, el reconocimiento en la Universidad Michoacana por el mérito de la docencia, agradezco también los reconocimientos que me han hecho otras dependencias e instituciones de profesionales forestales y que, dentro del historial de mis enseñanzas varias generaciones de ingenieros forestales, de biólogos, le hayan puesto mi nombre a sus generaciones y otras  me han invitado como padrino.

Esto vino como consecuencia, y no como propósito mío de que me hicieran todos estos honores, sino simplemente por el gusto por trabajar en el campo de la biología, por la inquietud innata que yo siento por hacer cosas dentro de la biología.