ELENA PONIATOWSKA

Elena Poniatowska recibió, al nacer, el título de princesa Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, hija del príncipe Jean Joseph Evremond Sperry Poniatowski, descendiente de la familia del rey Estanislao II Poniatowski de Polonia— y de María de los Dolores (Paula) Amor de Yturbe. Su familia emigró de Francia a México a consecuencia de la segunda guerra mundial: Elena llegó a los diez años de edad con su madre —nacida en 1913 en París en una familia porfiriana exiliada en Francia tras la revolución mexicana.

Poniatowska ha escrito cuentos, novelas, teatro y poesía. Entre las constantes de su obra encontramos la presencia de la mujer y su visión del mundo, la ciudad de México con su belleza y sus problemas, las luchas sociales, la vida cotidiana, la literatura, la denuncia de injusticias y la crítica social. Como creadora, se apoya en los recursos de la entrevista y la investigación periodística e histórica, quizá por ello su narrativa tiene mucho de testimonio, reportaje de investigación", señalan Angélica Arreola y Laura Navarrete.

«Sus escritos, especialmente sus crónicas, son una fuente excelente de información cultural, política, sociológica, económica e histórica de México y su pueblo», dice una enciclopedia en lengua inglesa.

A pesar de sus orígenes aristocráticos, Poniatowska ha sido políticamente de izquierda y una defensora de los derechos humanos que ha influido con sus puntos de vista sobre los sectores intelectuales más prominentes de México. Como dice la editorial Alfaguara, es una «periodista y escritora comprometida», que «a menudo ha puesto su pluma al servicio de las causas más justas».

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Debido a su actividad profesional, usted está en contacto permanente con la cultura ¿Cuál es el papel que juega la cultura en la sociedad?

Bueno, la cultura es la educación. Yo nunca he pensado en la cultura como algo separado de la educación. Creo que desde niños, un niño desde muy pequeño, ya tiene contacto con la cultura, con la cultura de la comida, porque desde un principio los padres les enseñan a sus hijos que tienen que comer, parte esencial de nuestra cultura, puesto que nos alimenta. También es lo que vivimos en la calle, en la posibilidad de unirse con la naturaleza, ir a los parques y los domingos a los paseos… Todo finalmente es cultura.

Su esposo fue un científico y un hijo suyo se encuentra en plenitud de su carrera científica. ¿Esto, qué le ha significado a usted en lo personal y para su profesión?

Bueno, es una aportación enorme para mi hijo. Emmanuel Haro Poniatowski se hizo científico porque su padre casi lo obligó, él quería ser director de cine, quería hacer películas, y le dijo no, que él tenía que ser científico porque, según Guillermo Haro, lo que más falta hacía (y hace) en nuestro país son gente que se dedique a las carreras de ciencia, a la química, la electrónica y sobre todo a la astrofísica…

Mi hijo es físico de rayos láser, obtuvo su doctorado en Francia, un doctorado de estado, como si él fuera francés, un doctorado difícil de obtener. Esto ha sido para nosotros un motivo para ensanchar la cultura con la idea de ayudar a México.

¿Siendo la ciencia parte de la cultura, cómo debe figurar en ella la enseñanza científica y tecnológica?

Es muy importante hacer a los niños creativos. Desde pequeños, que tengan talleres, y si no, que se les enseñe todo lo que puede suceder: como se evapora el agua, como con una lupa se puede encender el fuego sobre una hojita de papel o una hojita de árbol, Todas esas cosas de los fenómenos físicos y que se les enseñe a los niños a manipular, a manejar sobre todo objetos que podrían estar en un laboratorio.

A los niños les fascinan los experimentos. A un niño a quien le dan un microscopio, le hacen un gran regalo, aunque sea un microscopio para niños, creo que el niño muestra más interés por eso, que a veces por un libro. Al niño se le tiene que estimular desde muy pequeño a que descubra la naturaleza de las cosas y el ¿por qué?, a que se pregunten siempre por qué y por las preguntas esenciales de los periodistas: cómo, dónde, cuándo y por qué.

¿Qué ha percibido usted sobre el desarrollo de la ciencia y la tecnología en nuestro país?

La ciencia es esencial en nuestra vida y debe serlo cada vez más. En la UNAM ya se da más importancia a la ciencia y se reconoce el trabajo de algunos científicos, ahí tenemos a Ruy Pérez Tamayo y justamente en Morelia, Michoacán, a Luis Felipe Rodríguez. Sí, es importantísimo que se le dé apoyo a la ciencia.

Y hay que decir que en la Universidad Michoacana, estuvieron como rectores dos hombres de ciencia: el Dr. Ignacio Chávez, el fundador de la cardiología en México, y el científico, el filósofo Eli de Gortari. Además hubo allí gente distinguida en el mundo, desde luego, supe del filósofo Adolfo Sánchez Vázquez y que los primeros años de María Zambrano, después de la guerra, transcurrieron también en Morelia.

¿Cómo son apreciados los temas de ciencia y tecnología en los ambientes intelectuales, literarios, artísticos y sociales en los que usted se desenvuelve?

En realidad, se les hace poco caso. Se les hace… no sé, la ciencia es muy difícil, mucha gente dice que no comprende nada. Aunque… por ejemplo en Tonantzintla, Puebla, en el observatorio se les da acceso a los niños de las escuelas. Llegan a las siete de la noche, a las ocho, hacen cola y pueden observar, se les abre la cúpula del telescopio y pueden los niños ver el cielo estrellado.

Pero en general la ciencia no es tan accesible como puede serlo la literatura, la escritura. Es más difícil, pues la ciencia ahora abarca la química, la física y, sí, la biología; en México hemos tenido grandes biólogos y geólogos también… Ha habido hombres de ciencia muy destacados.

¿Cómo influyen los medios de comunicación para que sea estimada o desestimada por la población la importancia de la ciencia?

Falta crítica científica, sería muy importante que hubiera especialistas en ciencias que también hablaran de todo lo que en ciencias se hace en México.

Nosotros tenemos un científico mexicano que ganó el Premio Nobel, pero lo ganó en Estados Unidos y en un laboratorio norteamericano. Él, Mario Molina, se empeña sí en venir a México, en ayudar a los mexicanos, pero finalmente el premio no lo ganó aquí, los premios Nobel ganados aquí, han sido el de la Paz, por Alfonso García Robles y el premio de Literatura por Octavio Paz.

A los jóvenes se les envía a universidades del extranjero, donde destacan, porque se dice que para hacer ciencia todavía no hay mucha facilidad en México, que hay mucha burocracia. Sin embargo, por ejemplo, en lo que se refiere a la costa mexicana no hemos avanzado mucho, aunque en Ensenada ya hay un centro científico muy importante que lanzó el doctor Arcadio Poveda, y el de San Pedro Mártir, de la UNAM, en astrofísica obviamente, y el de Cananea del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica, que es también importantísimo.

¿Qué hacer para que los políticos y los gobernantes de México valoren a la ciencia para el desarrollo general del país?

Difundirlo, difundir lo que es la ciencia, impulsar a los jóvenes para que se dirijan a las carreras científicas, y no todos quieran ser licenciados, no nos hacen falta, al contrario sobran. Yo creo que impulsar a los jóvenes, hombres y mujeres, a que sean químicos, biólogos, astrofísicos… pues es una obligación moral, que nos hace falta y le falta al país.

En una época hubo en México la teoría de que, como éramos vecinos de Estados Unidos, podíamos importarlo todo de allá. ¿Para qué hacer nuestra propia ciencia, si teníamos un vecino muy adelantado en eso?

Fue un gravísimo error. Tenemos nosotros que hacer nuestra propia ciencia. Lo prueba el hecho de que astrofísicos mexicanos han destacado en el mundo de la astrofísica mundial, han sido presidentes de la Sociedad Astronómica Internacional y ahora la que va a ser presidenta es Silvia Torres de Peimbert, esposa de Manuel Peimbert, también un gran físico con muchos trabajos y descubrimientos.

Eso nos sitúa dentro del mapa de la ciencia internacional. Entonces, apenas se nos da la oportunidad, pues nosotros los mexicanos destacamos. Lo tremendo es no tener oportunidades y además estar muy satisfechos con nuestra mediocridad.

¿A los universitarios, qué nos aconsejaría hacer para nuestras tareas de difusión cultural y de divulgación de la ciencia?

Poner la ciencia al alcance de todos. Mucha gente le tiene miedo, dice: Pues no, no le voy a entender absolutamente nada, me gusta ver los experimentos químicos, me gusta saber las fórmulas, pero yo no sé ni cómo hacerle, ni me voy a acercar.

Luego se piensa que de la ciencia no puedes vivir, que si quieres ser pobre toda tu vida, pues que te dediques a la ciencia. Claro que eso es una falacia, porque no te haces multimillonario, pero de todos modos yo creo que se puede vivir muy bien de la ciencia, ¿no?

¿De qué manera (o cómo) puede complementarse la ciencia con la cultura?

Tenemos poca prensa dedicada a la ciencia, tenemos pocos divulgadores de ciencia así, que sepan hablar de la ciencia. Hay una mujer que ha hecho mucho al hablar de la astronomía: la Dra. Julieta Fierro, quien ha escrito libros y da conferencias, incluso da conferencias para niños: lleva así una naranja, una bolsa llena de cosas para explicar cómo gira la luna, como la Luna va pareja con la Tierra, como está el Sol y cómo giran los planetas en torno. Explica también cómo apenas si somos una basurita, un puntito dentro del universo de los planetas, que es inmenso.

Eso ayuda mucho, pero creo que debería de hacerse en grande en todas las escuelas. Que en las escuelas pusieran un pequeño (no se necesita algo carísimo), laboratorio científico. Para que los niños hagan ahí sus pruebas; yo nunca he visto un niño que se aburra en una clase de ciencia bien dada o en una clase de química, de biología.

Recuerdo algo de cuando yo estuve en el tercero de primaria me hicieron --y me fascinó-, sembrar frijoles en algodón y cuando salieron las primeras matitas, era precioso, me daba una gran alegría verlas crecer y que se dieran… y luego incluso sembrar en el jardín, ver que el chayote (delicioso), que es el que mejor crece y da muchísimos frutos, los jitomates… todo eso.

Esa cultura la tienen en las escuelas tipo Freinet, en las escuelas activas, donde los niños tienen su parcela y hacen crecer…Eso, creo que les da un gran sentido de la responsabilidad y del gusto que es contribuir con la creatividad de la tierra.

¿Sigue usted cultivando el género de la entrevista?

Sí, yo hago muchas entrevistas, acabo de hacerle una al del número Yo soy 132, que se llama Antonio Attolini y otra a un muchacho que habla muy mal de Televisa que se llama Fabricio Mejía Madrid, que dice de las cosas tremendas que suceden en nuestro país.

¿De qué manera escribe sus trabajos profesionales: en forma manual, máquina de escribir o computadora?

Yo tengo libretas, tengo cien mil libretas en las que tomo notas, también a veces grabo, tengo una grabadora que me facilita las cosas, aunque con la grabadora se escribe demasiado, hay que saber sintetizar y retener solo las ideas principales, pero ya con la grabadora uno escribe muchísimo. Yo apunto mucho, tengo como dos cajotas inmensas llenas de libretas, las que no he perdido, porque en general pierdo todo.

Por último ¿tendría usted para nosotros alguna noticia literaria propia?

Justamente va a salir este año un libro. Para la Feria del Libro de Guadalajara yo creo que ya estará en circulación (pero quizá mucho antes), se llama Guillermo Haro, sobre la vida de Guillermo Haro, quien finalmente es fundador de la astronomía moderna en México.

Porque sí considero que los científicos en general reciben muy poca atención del público, primero porque ellos no son vedette, no les gustan las entrevistas, no les gusta figurar.

También (lo escribí) porque en ningún periódico tenemos -yo no sé si lo tengan ustedes allá en Michoacán-, una página dedicada a la ciencia, con periodistas o articulistas a quienes les interese la ciencia. Eso en nuestro país aún no existe.

Entonces, mi idea fue divulgar la vida de un científico, que lo puedan leer todos, que yo misma lo pueda entender, puesto que yo no sé absolutamente nada de ciencia, y para que sepan quienes son los grandes científicos de México y que han hecho.

Al cuestionarle si agregaba algo más, dijo

Es un honor para mí, pero es también un gusto que se preocupen por los temas científicos, que son muy olvidados y muy ninguneados. Por un lado, eso es lo que sucede, y por el otro lado se le teme muchísimo a la ciencia.

En televisión aparece un divulgador de ciencia muy bueno, en un programa donde habla sobre las curiosidades de la ciencia. Eso, yo creo que estimula a quienes lo ven a que se dediquen, o por lo menos, a que se interesen en la ciencia.

Que nosotros nunca nos preguntamos cómo es posible que ahora mismo usted y yo nos estemos comunicando por teléfono: ¿Por qué es tan fácil? ¿Por qué no hay ninguna intervención? ¿Por qué se oye con tanta claridad?

Todo eso que es un milagro. Nosotros solo nos enojamos cuando se va la luz o cuando no sale el agua de la llave del agua, pero no pensamos ¿Quién lo inventó? ¿Quién fue Thomas Edison? ¿Quiénes fueron todas las personas que hicieron posible que nosotros tuviéramos ahora todos esos adelantos?

Solamente nos quejamos cuando no se logran, cuando no podemos hacerlo, cuando no hay agua. Ya nos parece natural, lo que no es natural porque fue resultado del esfuerzo de grandes mentes, de grandes cerebros. (Quienes) además dieron su vida (porque) muchos de ellos murieron de tanto que se desgastaron para el resto de los hombres.

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