{phocadownload view=file|id=42|target=s}

Versión para lectores Kindle ________ Versión para lectores Epub

A menudo escucho hablar sobre el impacto de tal o cual tecnología sobre nuestras costumbres y prácticas. La visión en general es negativa, ya que pensamos que el arribo de una nueva tecnología tenderá ineludiblemente a derribar o destruir lo que conocemos. Difícilmente lo vemos en términos positivos como expandir, hacer eficiente, mejorar…

Un caso claro de este fenómeno es el del libro electrónico o libro digital, que es la versión digital de un libro impreso (cada día se impone más el nombre de eBook que aquí usaremos como sinónimo). Dedicamos más tiempo a pensar en sus consecuencias negativas, a la “probable” desaparición del libro impreso, que a las posibilidades reales de esta tecnología.

Olvidamos que el libro como lo conocemos actualmente no ha sido así desde siempre, que éste también ha experimentado cambios en su soporte. Recordemos que en época de los romanos se imprimía sobre laminillas de arcilla y los chinos crearon piezas de porcelana para imprimir sobre papel de arroz (la primera imprenta, propiamente dicho). Durante la edad media, los libros se copiaban a mano o con xilograbados, lo cual hacia muy costosa la reproducción y difusión y por lo tanto la posesión y lectura se reservaba a ciertos sectores sociales muy restringidos. La invención por Gutenberg de la imprenta “moderna” de tipos móviles y la impresión en papel hacia el año 1440 supuso una verdadera revolución en la reproducción masiva y difusión de los libros, que acarreó a su vez, las semillas de otras revoluciones, éstas de tipo social. Es muy probable que cada una de estas transiciones de los libros generó desconfianza e incluso oposición por aquellos que vieron peligrar una tecnología ya conocida y dominada.

Cuando yo estudiaba la preparatoria, muchos profesores nos negaban la posibilidad de usar una calculadora electrónica bajo el argumento que su uso nos “atontaría” y nos obligaban a usar unos simpáticos cuadernillos de tablas matemáticas para calcular cualquier cosa, como un seno o un coseno, y los más avezados, incluso, nos exigían el aprendizaje de la regla de cálculo, dos objetos que se extinguieron más rápido que sus defensores. De manera que durante mi estancia en la preparatoria combiné el uso –creo que con éxito- de la calculadora en casa y las tablas en la escuela y quiero suponer que no se cumplieron las previsiones catastrofistas de mis profesores tan conservadores. Algo muy similar se dice ahora de los e-Books: que fomentarán el aislamiento de los lectores, que empobrecerán –aun más- a los escritores de libros, que eliminarán el espíritu romántico del lector…

Los libros digitales se remiten alrededor de 1971 con el proyecto Gutenberg, inicialmente radicado en la Universidad de Illinois y a hora una entidad independiente, que se propuso digitalizar y pasar a lenguaje ASCII las obras más relevantes de la literatura y darles acceso público gratuito como un medio de llevar la cultura a la sociedad. A la fecha el proyecto tiene cerca de 100,000 textos capturados, de los cuales 20,000 están disponibles sin costo, con una descarga mensual de 3,000,000 de libros. La basta mayoría de los libros disponibles están en inglés y se trata fundamentalmente de obras clásicas que no tienen derechos de autor o que éste ya ha expirado. No obstante estos números impresionantes y la importancia indudable del proyecto, sus efectos han sido limitados y su conocimiento por parte del gran público -a quien en primera instancia está dirigido- es mínimo.

Una de las mayores ventajas del libro “tradicional” es su flexibilidad y portabilidad. En 1971, cuando comenzó el proyecto, no existían las computadoras personales. Éstas aparecieron una década después y aun así, nadie pensó seriamente en utilizarlas como soporte de libros por las complicaciones físicas de tamaño, poca capacidad de almacenamiento y escasa capacidad gráfica. De manera que el Proyecto Gutenberg se vio limitado a instituciones y algunos entusiastas. La situación para la idea subyacente detrás del proyecto Gutenberg comenzó a cambiar con la aparición (si bien fugaz) del Apple Newton en 1992, primer “asistente personal digital” o PDA por su siglas en inglés. Este artilugio y los que le sucedieron demostraron que se podía reunir capacidad de cómputo y calidad gráfica en un soporte portátil flexible. En 2002 aparece la llamada tinta electrónica, y a partir de allí se suman el uso de pantallas LCD y la miniaturización de los dispositivos de almacenamiento o HD. Con todo ello, en 1997 Amazon, la exitosa tienda de libros, presenta el Kindle, un lector de e-Books junto con un sistema de distribución por Internet y en 2010 la empresa Apple presenta el iPad, primer dispositivo electrónico tipo “tableta”. Estos dos equipos representan una catapulta para el e-Book. Por primera vez se cuenta con los requisitos indispensables de capacidad y flexibilidad que permiten repensar el libro electrónico: pantalla táctil para capturar y visualizar información, capacidad de almacenamiento, alta capacidad gráfica, conectividad a Internet y portabilidad.

El otro requisito para popularizar el e-Book fue desarrollado también por ambas empresas: un modelo de distribución. Éste es un punto nodal en la popularización del libro y estas empresas fueron los primeros en entenderlo. El lector potencial requiere algo más parecido a una librería tradicional en donde pueda ver las portadas, leer las solapas y contraportadas e incluso comentarios de otros lectores. La experiencia del lector es fundamental. En 2011, Amazon vendió 105 e-Books por cada 100 libros “tradicionales” y el mercado global de libros electrónicos ya representa el 14% del mercado total, cifra pequeña, es cierto, pero lograda en sólo tres años.

El impacto real de esta nueva industria aun está por medirse, sin embargo, las editoriales más grandes de EUA y Europa y varias tiendas de libros han seguido los pasos de Amazon y Apple y cuentan ahora con catálogos amplios de e-Books y dispositivos digitales propios. Incluso Amazon y Apple han avanzado otro paso ofreciendo a los autores la posibilidad de editar sus propios libros y distribuirlos a través de sus plataformas. En el caso de Apple aun está muy reciente para medir su efecto, pero Amazon ya reporta que varios autores de éxito que han asumido el control directo de su obra en la plataforma electrónica.

Las editoriales de México, en particular, y de Iberoamérica en general, han resultado muy remisas y conservadoras al respecto del e-Book. Aunque en México existen 35 millones de usuarios de Internet actualmente, el mercado potencial no les ha resultado atractivo. Para las editoriales, las razones se centran en temores por la ausencia de una regulación clara para la protección de los derechos de autor; la “cultura” de la piratería, tan extendida en nuestro país; lo costoso de las plataformas para leer los libros electrónicos para un mercado que –casi- no lee y el temor y desconocimiento de las nuevas tecnologías.

Pero no todo es cuestión de mercado. Umberto Eco plantea que la esencia del libro permanecerá, no importa el soporte: “Podrá no ser de papel, pero seguirá siendo lo que es. La nueva evolución no ha modificado su función ni su sintaxis, que a pesar del soporte tan sofisticado de hoy, sigue siendo la misma que hace 500 años”. De cualquier forma, el libro electrónico presenta ciertas ventajas respecto al de papel, una de ellas es la portabilidad. En un mismo dispositivo podemos cargar una biblioteca completa, comprar y descargar un título en el momento mismo que lo deseemos, ahorrar en espacio físico y capacidad de distribución masiva y a bajo costo.

En donde tiene mayor potencial el e-Book, al menos en el corto plazo, es en el de los libros de texto, manuales, enciclopedias, etc., en esos libros que el mismo Eco diferencia de los libros “para ser leídos”. Y este tipo de textos pueden aprovechar ya las características ventajosas que hemos apuntado antes, adicionando tres más: el uso del multimedia para incorporar video, audio, texto anexo, etc., la conectividad para interactuar con bases de datos, diccionarios y finalmente la posibilidad de establecer redes de lectores en la resolución de dudas, adición de comentarios, en fin, para hacer de la experiencia del usuario algo más placentero y efectivo, sobre todo en el campo educativo. Adicionalmente, las plataformas de distribución abren la posibilidad de que los mismos autores o las instituciones educativas sean creadoras y generadoras de contenidos para otros niveles y esto tiene enormes ventajas en los países pobres, como el nuestro, en donde la creación y mantenimiento de bibliotecas es de un enorme costo (no digamos ya las bibliotecas personales) y nos permitiría llegar a casi cualquier rincón de nuestra geografía con lo mejor de la cultura universal.

En eso consiste el renacimiento de la utopía a la que me refiero en el título. Es claro que el libro no morirá, en todo caso cambiará de soporte, pero seguirá siendo el mejor medio para construir futuros y las nuevas tecnologías, en todo caso, pueden impulsar una nueva galaxia Gutenberg, en la que ahora si podamos hacer llegar todos los libros a todos los lectores potenciales. Las Universidades podemos convertirnos, con pocos recursos, en los generadores de conocimientos para sustentar el desarrollo de nuestro país, soportando, a través de libros, manuales, cursos, a las comunidades que nos alimentan. No perdamos tiempo en una discusión sobre si los libros electrónicos son adecuados, óptimos, progresistas o no. Los revolucionarios de ayer nos estamos convirtiendo en los nuevos conservadores a la manera que nos cuenta la Radio de Darwin de Greg Bear, ahora disponible en ePub…

Horacio Cano Camacho Profesor Investigador del Centro Multidisciplinario de Estudios en Biotecnología, Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, UMSNH.

{jcomments on}