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Es preocupante que gran parte de la sociedad no haya tomado conciencia de que la sostenibilidad es uno de los retos ineludibles de la humanidad en la actualidad. Pocos saben que más de la mitad de la energía que se consume en el planeta está relacionada de una u otra forma con la edificación, ya sea en la producción de materiales de construcción, en el acondicionamiento de edificios, en su iluminación y la potabilización de aguas. Estas actividades consumen el 53% de la energía generada, es decir, la edificación es la actividad humana que, directa o indirectamente, es causa del mayor porcentaje del consumo energético en el globo.

Lo anterior nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de tomar conciencia sobre la manera en que se construye para lograr el uso racional de la energía. Ante esta necesidad volteamos a ver a la arquitectura vernácula, las casas tradicionales que se encuentran en poblados rurales en todo el país, para ver qué lecciones nos tienen. Es sensato pensar que en la raíz del desarrollo de esas arquitecturas tradicionales, hay un buen número de claves que podemos retomar para optimizar el funcionamiento ambiental de la arquitectura actual y, por ende, su sostenibilidad.

Revisando la historia de la arquitectura, encontramos que los constructores de la antigüedad, sin saberlo, frecuentemente adoptaban soluciones bioclimáticas, es decir, soluciones que permitían un buen control de la temperatura. Cuando la estabilidad estructural dependía de grandes masas de material, es decir muros gruesos, éstas proporcionaban, como subproductos, altos índices de aislamiento e inercia térmica. El calor o el frío no pasaban con facilidad las barreras de los muros, manteniendo temperaturas estables en el espacio interior.

Desde la antigüedad el hombre ha procurado la construcción de una morada confortable, a través del tiempo las edificaciones han sufrido múltiples transformaciones, la tríada firmitas, utilitas, venustas (resistencia, funcionalidad y belleza) que emana del tratadista romano Vitrubio en el siglo I a.C. quien fijó las condiciones básicas de la arquitectura que sirvieron como modelo de construcción.

Al cabo del tiempo diferentes estilos y modas en arquitectura han modificado los materiales y sistemas constructivos, motivo por el cual la arquitectura se ha materializado según diferentes estilos a lo largo de la historia: gótico, barroco y neoclásico, entre otros. También se puede agrupar de acuerdo a un estilo más o menos homogéneo, asociado a una cultura o periodo histórico determinado por ejemplo: arquitectura griega, romana, egipcia. El estilo arquitectónico refleja algunos valores o necesidades sociales, independientemente de la tipología es decir de la obra que se construya (casas, fábricas, hoteles, aeropuertos o iglesias).

En cualquier caso, la arquitectura no se rige sólo del gusto o de los cánones estéticos, sino que tiene en cuenta una serie de cuestiones prácticas, estrechamente relacionadas entre sí: la elección de los materiales y su puesta en obra, la disposición estructural de las cargas y el precepto fundamental del uso al que esté destinado el edificio.

La arquitectura moderna, señalaba desde su génesis, una corriente de pensamiento y acción que pretendía dominar la naturaleza; ha marcado y condicionado nuestro ambiente natural. Durante la primera mitad del siglo XX se desarrollaron tecnologías industrializadas que resultaron agresivas para el medio ambiente natural, desde su producción hasta su empleo. Ilustran el mal dominio de los elementos naturales que fue compensado por el empleo sistemático del aire acondicionado y la iluminación artificial.

En cambio, la arquitectura vernácula, se caracteriza por no seguir ningún estilo específico, ni estar proyectada por un especialista, sino que se construye directamente por los usuarios y normalmente utiliza los materiales disponibles en la región en la que se construye. Es el resultado de siglos de experimentación y por esta razón, las manifestaciones vernáculas son siempre intemporales y adecuadas al clima, topografía, materiales de construcción del sitio y forma de vida de sus habitantes. La troje en Michoacán es un ejemplo de aprovechamiento de los recursos naturales del bosque que además se adecúa a la forma de vida de los purépecha. La construcción en adobe con cubiertas de madera y teja, común en muchas regiones de nuestro estado, es otro ejemplo del sabio uso de materiales locales para lograr comodidad en temperaturas interiores en las casas. Es muy importante conocer las raíces de nuestra arquitectura habitacional para no recurrir a la imitación de estilos de otras latitudes, costumbres e historia diferente a la nuestra y para conservar, preservar y ponderar nuestra identidad, historia y tradición, inspirándonos en la enorme riqueza de la arquitectura vernácula mexicana. Pero, más allá de simplemente ser un elemento de identidad, esta arquitectura nos tiene verdaderas enseñanzas sobre la arquitectura bioclimática.

La arquitectura bioclimática, restablece la relación hombre-clima, cada realización arquitectónica concretiza un microcosmos más o menos estrecho con su medio ambiente. La arquitectura, definida en estos términos, incluye al clima y la dinámica que éste implica. El clima es el elemento crítico en la concepción de una arquitectura bioclimática: la evolución del sol y las temperaturas, el régimen de vientos y precipitaciones, todo contribuye a determinar un ambiente físico al cual el constructor intenta responder. En la arquitectura vernácula este conocimiento, esta relación, se tenía empíricamente. En la actualidad estamos intentando restablecer esta relación en edificios de todo tamaño.

Se basa en el estudio del clima que será principio y fundamento para poder aplicar esta metodología. El clima es la sumatoria de los estados atmosféricos (tipostiempo), en su sucesión habitual, y su utilización se basa en la integración en el tiempo de los estados físicos del ambiente atmosférico, características de cierta localidad geográfica. En una misma zona climática puede haber variaciones del clima, la altura, la distancia entre un lugar y las montañas y la presencia de grandes cuerpos de agua son condiciones geográficas que pueden ocasionar variaciones climáticas en una misma zona o contribuir a ellas. La presencia de los cuerpos de agua ayuda a regular la temperatura. Los lugares cercanos a los océanos son más húmedos que los lugares que están más lejos y las regiones cercanas a los lagos tienen temperaturas frescas. La topografía de un lugar influye en su clima. Una característica geográfica es la altitud o altura msnm (metros sobre el nivel del mar), a mayor altitud, más fría es la temperatura del lugar.

En el caso de la arquitectura tradicional o arquitectura vernácula notamos que sus bondades con la naturaleza van más allá del clima. Se caracteriza por el uso de los materiales del entorno cercano, por la adecuación de las técnicas de ejecución de los materiales y recursos, por la utilización de mano de obra local, la optimización energética del hábitat, la reutilización de elementos así como por la minimización de residuos, además de contemplar diversas estrategias a los diferentes tipos de clima.

Los ejemplos de arquitectura vernácula son el fruto de un lento proceso de ajuste que ha durado centenares o miles de años, destinado a la creación de condiciones de confort ambiental, utilizando del mejor modo los recursos locales. En algunos casos se han alcanzado resultados sorprendentes que unen un extremado refinamiento arquitectónico a un sofisticado uso de materiales y principios físicos. Debemos de revalorar estas casas, que en ocasiones podemos despreciar como sencillas, pero que encierran en su sencillez un profundo conocimiento del medio ambiente natural y claves para vivir en armonía con él.

Dr. Héctor Javier González Licón de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

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