Las series actuales de la televisión bajo demanda son una muy buena alternativa al cine “presencial” en estos meses de confinamiento obligado. Y hay de todo, desde thrillers vertiginosos, comedias, dramas y más. Yo agradezco cuando, de vez en vez, puedo seguir una historia reposada y que me permita reflexionar. La ciencia ficción (CF), la verdadera, me permite hacer eso y más.
La CF es un género, fundamentalmente de la literatura, que ha trascendido a otros formatos como el cine y la televisión, incluso los videojuegos, que se forma de historias en las que el elemento principal es la especulación imaginativa: la famosa pregunta ¿qué pasaría sí…? La CF es una narrativa eminentemente especulativa que, junto a nuevas alternativas en el mundo de las ideas, incorpora el “sentido de los maravilloso”, la inevitable sorpresa del público ante los nuevos mundos, personajes, sociedades que el género propone.
La palabra ciencia, dentro del género, refleja el interés por analizar los efectos que el conocimiento científico y tecnológico produce o va a producir entre los individuos y organizaciones sociales. La CF es un género literario, no es ciencia, ni lo pretende. Para que nos guste y nos atrape, es importante también aplicar nuestra capacidad de sorpresa y claro, mucha imaginación.
Algunas personas confunden, y ello es culpa de cierta imagen creada por el cine comercial, que la ciencia ficción es una asunto de batallas interestelares, extraterrestres de miedo o viajes por el espacio y acción, mucha acción. Y aunque el cine fantástico pueda abrevar un poco de elementos de la CF, no es la ciencia ficción.
Otras personas, sobre todo en el campo de la ciencia, rechazan al género por considerar que no es ciencia, miente, o no es posible lo que presentan. A este grupo de detractores, yo les recuerdo que el hecho de que la ciencia nos niegue algunas posibilidades no impide que sea factible especular sobre ellas u otras parecidas: los viajes en el tiempo, llegar a galaxias lejanas, el desarrollo de inteligencias artificiales que sustituyan al humano en ciertas tareas… Son precisamente estas maravillas que analiza la ciencia ficción, las que atraen a los aficionados, que nos interesamos fácilmente por su temática y contenidos, encontrando en el género motivos de diversión al tiempo que suscitan, en nosotros, una reflexión original y prometedora.
Este largo preámbulo lo hago para presentar una serie de verdadera ciencia ficción. Sin embargo, he leido en ciertos blogs, que a pesar de que ha gustado mucho, la encuentran demasiado compleja y carente de emociones (acción).
Se trata de Tales from the loop (algo así como, historias o cuentos del bucle), la nueva serie de Amazon Prime. Es una serie original y muy arriesgada. Yo la definiría como minimalista. Con guión original de Nathaniel Halpern, cada uno de sus ocho capítulos fue encargado a un director diferente: Jodie Foster, Mark Romanek, So Yong Kim, Andrew Stanton, Ti West, entre otros. El elenco, también mínimo, lo encabezan Rebecca Hall, Jonathan Pryce, Paul Schneider, Daniel Zolghadri, Duncan Joiner, Nicole Law, Jane Alexander y Tyler Barnhardt.
La historia original (de esto me enteré luego de quedar atrapado en el loop), es una adaptación de la obra del mismo nombre, del artista, músico y diseñador gráfico Simon Stålenhag cuyo trabajo se basa en un concepto “retrofuturista” basado en imágenes de la Suecia rural. En la serie, este concepto es trasladado a un bucólico pueblo de Mersa, Ohio, en los Estado Unidos.
En este pueblo boscoso, Russ Willard (personificado por Jonathan Pryce) construyó una máquina conocida como el loop, por debajo de todo el pueblo y que domina la apacible comunidad que vive de y para ella. Este centro de experimentos, de los que nunca sabremos a que se dedican, mas allá de algunas expresiones sobre “hacer posible lo imposible”, nos recuerda al gran colisionador de hadrones, la máquina más grande construida por el ser humano en la campiña entre Suiza y Francia. Este aparato, se encuentra en un túnel de 27 kilómetros de circunferencia y a una profundidad de 175 metros bajo tierra. Imagino que este laboratorio europeo de física de partículas es omnipresente en los pueblos de los alrededores, aunque su propósito para nada es vago.
El centro de la historia es una familia de tres generaciones: el abuelo Russ, líder del proyecto, el matrimonio de Loretta, científica del Loop (Rebecca Hall) y George, ingeniero del laboratorio (Paul Schneider), el hijo adolescente Jakob (Daniel Zolghadri) y el pequeño Cole (Duncan Joiner), sin embargo, Tales From the Loop es una serie en la que cada episodio es autoconclusivo y está concebido en función de un personaje distinto y de un elemento de ficción en particular (saltos temporales, intercambio de personalidades, posibilidad de detener el tiempo, entre otros), al final resulta que hay un hilo conductor de cada historia y que termina uniendolas a todas.
El estilo minimalista puede desconcertar a muchos, sobre todo cuando estamos acostumbrados a despliegues escenográficos saturados de aparatos, naves, ciudades, trajes futuristas y toda esa parafernalia. Por el contrario, esta serie se sustenta en un poderio visual “retrofuturista” que podría situarse, por ciertos objetos y estética, en los años 60´s, 70´s y 80´s del siglo pasado, con una combinación de ropas, autos y aparatos muy de esas décadas. Las computadoras, por ejemplo, corresponden claramente a las primeras “PC” con sus monitores verde óptico de fines de los años 80.
En el paisaje conviven lo mismo un robot que una máquina levitando y un cultivo de maíz, tradicional de la zona de Ohio o una colección de los conos (piñas) de los pinos de los alrededores. Incluso, las máquinas son retro y corresponden a ciertas imágenes populares de esos años, que en conjunto resultan en escenarios muy hermosos, llenos de melancolía.
El primer capítulo y puesta en escena del estilo nos habla de una trabajadora de El Loop que desaparece mieteriosamente. Su hija, apenas una niña (Abby Ryder Fortson) emprende su busqueda y en el camino se cruzará con el nieto de Russ, pero en una extraña otra época…
Definitivamente, en el pueblo de Mersa, Ohio, suceden cosas extrañas, pero como si nada fuera extraordinario y aquí cobra sentido la frase de Russ de “hacer posible lo imposible”. La serie no se molesta en buscarle explicaciones, pero todo parece estar conectado con la máquina y ser parte de la cotidianidad.
Phillip K. Dick, uno de los más importantes escritores de CF de la segunda mitad del siglo pasado, decia que el género mezcla y deforma nuestro mundo hasta hacerlo irreconocible, pero que en realidad propone una reflexion sobre el presente y la realidad de cada uno de nosotros. En los cuentos del bucle, en realidad vemos los sueños, las aspiraciones, los temores de cada uno de los habitantes de este pueblo, reflejadas en los sucesos “extraños”. Como si de alguna manera la máquina interpretara estos pensamiento ocultos y operara para que fueran posibles en algún modo. De aquí se desprende el ambiente melancolíco y onírico de la serie, en la que fotografía, tono y el ritmo pausado de las actuaciones apuntalan, en ocho relatos, la transformación de la existencia de quienes habitan sobre el loop.
La hermosa música de Philip Glass crea un ambiente de instrospección que nos atrapará dentro del Loop. Definitivamente, es una serie hipnótica, lejos de aventuras y muy cercana a la poesía. Atrévanse con ella, en estos extraños días, seguro los hará reflexionar sobre nuestro mundo, nuestros deseos y …el futuro.
Horacio Cano Camacho, Profesor Investigador del Centro Multidisciplinario de Estudios en Biotecnología y Jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
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