Entrevista Dra. Leonor Solís Rojas

Escrito por Rafael Salgado Garciglia

Leonor Solís Rojas es Licenciada en Biología por la Facultad de Ciencias de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM); recién iniciaba el campus de la UNAM en Morelia,
realizó sus tesis en el área de mastozoología con el Dr. Héctor Arita, a quien admiraba, además
de por su profesionalismo, por su labor de divulgación. Es Maestra en Ciencias en el área de
etnoecología, desarrollando su investigación con el grupo indígena Cuicateco en la región de
Tehuacán Cuicatlán, con el Dr. Alejandro Casas, adscrita al Centro de Investigaciones en
Ecosistemas (CIEco), actualmente Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y
Sustentabilidad (IIES), también en el campus de la UNAM en Morelia. Durante ese tiempo
también realizaba actividades de divulgación de la ciencia.
Mientras estudiaba su maestría, estudió fotografía en la Fábrica de Imágenes, aquí en
Morelia, consiguiendo varias becas estatales y regionales en el ámbito de la fotografía artística.
Por su experiencia en fotografía, con perfil sobre divulgación y su gran interés por la
comunicación ambiental, fue contratada para realizar la comunicación del IIES, donde labora
hasta el día de hoy y donde participa activamente en espacios de divulgación de la ciencia. Es
el contacto institucional del IIES con medios masivos de comunicación y responsable de sus
redes sociales y de los contenidos de la página web, coordina actividades de divulgación,
produciendo videos y la publicación de artículos científicos y de divulgación. Actualmente, uno
de sus mayores intereses es la Comunicación Audiovisual Ambiental.
En cuanto a la docencia, participa desde sus inicios como docente en la Licenciatura en
Ciencias Ambientales en la Escuela Nacional de Estudios Superiores (UNAM, campus Morelia),
y también en el posgrado de Ciencias Biológicas. Después de 10 años de laborar en el IIES,
realizó estudios de Doctorado en Comunicación en el Departamento de Periodismo de la
Universidad de Navarra, en España.
Ha sido acreedora de distintos reconocimientos: Medalla Martínez Alfaro por la Sociedad
Mexicana de Etnobiología, Premio Gustavo Baz Prada de Servicio Social de la UNAM, Premio
Estatal de Divulgación de la Ciencia que otorga el gobierno de Michoacán y el Reconocimiento
Sor Juana Inés de la Cruz que otorga la UNAM. Ha sido coordinadora de medios audiovisuales
de la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica A.C. (SOMEDICYT). Es
miembro fundador de la Red Mexicana de Periodismo de Ciencia, parte del Consejo Directivo
de la Asociación Internacional de Comunicación Ambiental y ahora parte del comité editorial de
la revista de Comunicación Ambiental.
Queremos saber de tus primeras aspiraciones personales. ¿Por qué eres bióloga y por
qué venir a Morelia?
Desde muy corta edad sentí una fascinación por la ciencia, la química, la biología, las
matemáticas me encantaban, y desde los 9-10 años dije que iba a ser bióloga. En mi infancia
influyeron muchos libros que podía hojear en casa de mis padres y mis abuelos. En particular,
los documentales de Jacques-Yves Cousteau me impactaron muchísimo, poder mirar sus
aventuras de exploración marina me parecían fascinantes y me contagiaron la curiosidad y la

pasión por los seres marinos. Jane Goodall fue un personaje que también influyó mucho en mí,
fue un referente femenino muy importante para mí y para mi generación. Así que por ambas
partes soñaba con bucear por los mares e irme a estudiar

el comportamiento de los gorilas en
África. La verdad es que mis papás no estaban muy convencidos de mi vocación, pero les
agradezco que me hayan dejado estudiar la carrera que elegí. Cuando concluí la licenciatura y
llegó el momento de elegir un asesor de tesis de licenciatura, elegí al Dr. Héctor Arita porque
nos había dado clases de Biología de la Conservación y era un área a la que me quería
dedicar. El Dr. Arita, muy amable, me dijo que sí, pero que la única condición es que se mudaría
a Morelia, y si quería hacer la tesis con él, yo también tenía que mudarme aquí, y fue así, sin
planearlo ni pretenderlo, que me vine a Morelia. La verdad es que tengo poca memoria sobre
ese momento, solo recuerdo que mi maleta era pequeña y me di cuenta de que tenía muy
pocas cosas cuando tomé el autobús para venirme a vivir aquí. Según yo, venía por seis meses
y ya llevo 25 años aquí.
Bióloga y divulgadora de la ciencia, ¿cuáles fueron los primeros temas de interés sobre
divulgación y por qué?
Mis primeros intereses en divulgación se vieron influenciados por mis lecturas. En
particular, me fascinaba, y todavía me fascina, la forma que tiene de escribir el Dr. Héctor Arita,
quien fue mi asesor de licenciatura, pero que es un gran lector y también un súper aficionado
por la historia natural. Héctor reúne en su forma de escribir divulgación su pasión por los
fenómenos naturales, la profundidad de su conocimiento y su capacidad de hacer
interconexiones de eventos que resultan de lo más interesantes. Todo esto es producto, a su
vez, de su fascinación por autores como Stephen Jay Gould, hasta el punto que le decían el
Jay Gould mexicano; también por E. O Wilson y Jared Diamond, y al ser su estudiante, lo iba
compartiendo conmigo. Todo esto lo comento porque mis temas han estado muy relacionados
con mis intereses, primero con la mastozoología, la relación entre la fotografía y la ciencia, la
etnobiología, la etnobotánica, la etnoecología y luego los temas ambientales de forma más
general y, finalmente ahora, la comunicación del cambio climático.
Con tu amplia experiencia, ¿podrías describirnos la importancia actual de la divulgación
de la ciencia?
Pienso que la divulgación está en un momento soñado, es decir, que ya está presente de
muchas formas y es realizada por muchas personas, con alcances muy diversos. Me encanta
ver tantos especialistas compartiendo su quehacer, sus intereses en redes sociales, ya no es
tanto una divulgación generalista, podemos ver canales con temas muy particulares, con una
forma muy individualizada de compartir nuestra pasión por la ciencia que me resulta fascinante.
Prácticamente de cualquier tema podemos encontrar contenidos en las redes sociales más
utilizadas como Instagram o Tik Tok. Podemos seguir a investigadores y a estudiantes
particulares, sus salidas de campo, lo que van viendo. Así como temas particulares: hongos,
bacterias, física y personajes o influencers con una forma de comunicar muy carismática y
particular. Últimamente me fascina, por ejemplo, la física Alba Moreno con su canal @físicamr,
me parece algo así como la Rosalía de la física.
La mayoría hemos empezado con la divulgación escrita y oral, pero ¿Hacia dónde ha
evolucionado la técnica de divulgar?
Las tecnologías influyen mucho en el quehacer de la comunicación de la ciencia. En este
sentido, quizá muchos comenzamos con la divulgación oral y escrita, pero con la era digital, las
nuevas tecnologías diversificaron la forma de divulgar, y la tecnología necesaria para hacerlo se
fue volviendo más accesible, con esto me refiero a cámaras fotográficas de video, softwares
que permiten o facilitan la construcción de blogs y páginas web. A este respecto, poco a poco
hemos podido pasar, por ejemplo, en mi caso que soy bióloga y que al inicio con trabajos
llevaba una cámara fotográfica al campo, pasar a una cámara de video y poder realizar

registros de video profesional en campo que pueden funcionar para compartir en televisión, en
video, etc.
Ahora con un buen celular puedes realizar cosas muy profesionales que dan con la
resolución necesaria para ser compartida en redes sociales. Teniendo en cuenta que muchas
veces, las propias redes sociales ya tienen un mayor alcance que la propia radio o la televisión,
en realidad tenemos al alcance de nuestra mano una serie de herramientas que hasta hace
relativamente poco tiempo eran impensables.
¿Por qué publicar un Manual básico de video para la comunicación y el periodismo de
ciencia?
Tuve que aprender a producir videos de forma autodidacta, para ello necesité revisar
muchos libros y publicaciones que me explicaran cómo hacer las cosas. Me resultó difícil en su
momento, encontrar una publicación que me dejara claras cuestiones

muy básicas de la
producción, que fuera corta en extensión y muy concreta en cuanto a la forma de hacer las
cosas. Lo que buscaba era una publicación que me permitiera o facilitara comprender, de
manera muy general, en qué consistía la producción de un video, los pasos a seguir y las cosas
esenciales para poder realizarlo. Fue así como nació la idea de este manual, pensando en que
posiblemente no era la única científica que quería hacer esto, y también porque en el círculo de
periodistas de ciencia, con el auge de las publicaciones en redes sociales, percibí esta
necesidad. También la mayoría de los materiales que existen están dirigidos a personas que
estudian cine o comunicación, y este en específico fue ideado para que científicos,
divulgadores y periodistas de ciencia, pudieran realizar este tipo de trabajo.
Háblanos de tus proyectos más recientes de comunicación. Primero, de algunos
productos para las comunidades indígenas y, segundo, lo relacionado con el cambio
climático.
Mi pasión hacia la comunicación de la ciencia se ubica en lo que puede considerarse dos
extremos. Por un lado, las comunidades rurales e indígenas, alejadas, con pocos recursos
económicos, donde persiste la tradición oral y donde muchas veces son analfabetas. Esto ha
cambiado mucho en los últimos años con los celulares e internet. Pero por mucho tiempo
trabajé en este tipo de realidades y comunicar nuestro quehacer implica estar en constante
diálogo con las comunidades, un diálogo cercano, una conversación profunda. También bajo
una perspectiva autocrítica de lo que hacemos como científicos que muchas veces se limita a
las publicaciones y las regiones donde trabajamos a veces no se enteran de los resultados que
encontramos, etc. Entonces, junto con otros investigadores y estudiantes, por años hemos
buscado formas de comunicar nuestro trabajo en el entorno rural y en comunidades indígenas.
Esto implica mucho aprendizaje colectivo. Tuvimos un proyecto, por ejemplo, en la región de
Chilapa, Guerrero, por casi 10 años, donde fuimos aprendiendo a «entregar» la información a
las comunidades como mejor pudimos y como ellos mismos sugerían, a través de catálogos de
plantas y animales, mapas de riesgos, formas comunitarias de medir, por ejemplo, la calidad del
agua. En otros sitios hemos recopilado el conocimiento tradicional, realizando materiales
didácticos y juegos. En este ámbito, todavía falta mucho por hacer y aprender. Ver de qué
forma construimos un conocimiento colectivo o una forma en que las propias comunidades
vean la utilidad de nuestro quehacer y su aplicación directa cuando sea el caso.
En el otro extremo, me fascina la tecnología y los avances tecnológicos que nos permiten
y facilitan comunicarnos, en este caso, a través de las redes sociales. Cada vez más, como
mencioné anteriormente, tenemos al alcance de la mano herramientas que eran inimaginables
hace una o dos décadas. Sin embargo, la forma en que funcionan las redes sociales también
tiene su lógica e intereses y, muchas veces, digamos que el conocimiento científico no es
priorizado por los algoritmos. Entonces eso también representa un reto para la comunicación de
la ciencia, en particular para temas prioritarios a nivel global como el cambio climático, que es
un tema que requiere de un alcance generalizado y urgente, con la participación global de
todos los sectores y actores sociales, por ello se considera uno de los más grandes retos de la
sociedad actual.

La comunicación del cambio climático es una de las áreas emergentes de la comunicación
ambiental y se ha desarrollado en los últimos veinte años, descubriendo que es un tema muy
complejo para comunicar porque no es algo concreto como, por ejemplo, lo fue la capa de
ozono en su momento,

donde podíamos ver el agujero de manera clara visualmente y, por otro
lado, la solución relacionada con la emisión de clorofluorocarbonos (CFC) también era bastante
direccional. Sin embargo, el cambio climático no lo podemos ver, y sus soluciones implican
cambios gigantes de la sociedad en los que intervienen muchísimos intereses económicos y
sociales. Por tanto, su comunicación es un gran reto. Además, por ejemplo, se ha visto que, si
compartes de una forma catastrofista, las personas se aterran y se paralizan; si lo haces de
forma más suave o positiva, provoca que no le den la importancia que merece. Entonces, su
comunicación se convierte en un tema sumamente complejo, pero es urgente. En ese sentido,
mi investigación gira en torno a la forma en que las noticias en redes sociales nos comunican
este tema y mirar cuestiones de información, de emociones que transmiten, de visuales, qué
tan formal o no formal presentan las cosas, qué tan rápido o lento, qué tan superficial o
profundo. Todo esto nos permite comprender formas para comunicar mejor y también para
analizar las formas en que las personas perciben esta comunicación en redes sociales con sus
likes, reproducciones, etc.
Una de tus grandes pasiones es la fotografía. ¿Por qué es tan importante en la
divulgación de la ciencia?
La fotografía, y más allá de la fotografía, las imágenes son muy relevantes para comunicar
la ciencia porque nos permiten tanto percibir cómo comprender mejor y de manera más clara y
directa cualquier actividad científica. Un astrónomo puede hablarnos de las exploraciones que
se realizan en el espacio, pero poder ver las imágenes que se toman es fascinante, tanto de
planetas, como de nebulosas, etc. Una imagen microscópica, lo mismo, además de su estética,
permite comprender que hay cosas diminutas que no somos capaces de ver, pero que existen y
tienen sus fenómenos, o diminutos seres que realizan cosas como las bacterias y los virus. En
el caso ambiental, igual nunca iremos al Amazonas, pero podemos ver su belleza, así como su
destrucción a través de las imágenes, también, por ejemplo, en estos días,
desafortunadamente,

han circulado imágenes de los niveles de los lagos de Pátzcuaro y de
Cuitzeo con diferentes años de referencia que nos permiten evidenciar la forma en que se van
secando. Pero también tenemos los gráficos, la ilustración científica, los mapas, un montón de
imágenes que han facilitado que los científicos puedan compartir y explicar los fenómenos que
estudian. Es por esto que me fascina el mundo de las imágenes.
Saber Más es un instrumento de divulgación escrita de la ciencia en formato digital
desde sus inicios. ¿Qué opinas de este trabajo y hacia dónde debemos dirigirnos para
llegar a más lectores y colaboradores?
Con respecto a la revista, yo no puedo más que expresar mi admiración por esta iniciativa,
porque sé que este tipo de proyectos no son fáciles de mantener. Se requiere de personas muy
comprometidas con esta labor. El que haya persistido refleja, por un lado, este compromiso de
quienes llevan la revista como el nicho que abren y el interés que despiertan en la comunidad
de científicos, deseando divulgar su quehacer y de los lectores que son el objetivo principal.
La revista ha ido a la par con el desarrollo de las tendencias en redes sociales, realizando
mucho trabajo también alrededor de esto. Quizá, pensando en la llamada Economía de la
Atención, podría ser que les soliciten a los autores los cinco puntos más relevantes de su texto
y eso compartirlo y, para quienes les llame la atención, incluir la liga al artículo completo. Es lo
que se me ocurre de momento, ojalá les sirva.

Muchas gracias.